El Reino Olvidado

Este diario es la crónica de un país olvidado, el seguimiento de su huella histórica, cultural y artística en España y en Europa.

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Lugar: Bergidum, Asturia, Spain

ex gente susarrorum

viernes, diciembre 15, 2006

La sierra de la Peña de Francia

Es la comarca más característica de la tierra salmantina, sobre todo desde el punto de vista turístico, no sólo por el atractivo de sus pueblos, entre los que destaca La Alberca, sino también por la vista que ofrece el mirador de la Peña de Francia, tanto de la lla­nura salmantina como de las Batuecas, las Hurdes y Cáceres.

Es éste un conjunto de valles de rica vegetación situado al sur de la provincia de Salamanca, que linda con la provincia de Cáceres y las Batuecas, limitado al norte por la sierra de Tamames y al este por el río Alagón, afluente del Tajo.

Las construcciones de la zona presentan la característica de tener los muros altos de entramado de madera entre la que se sitúa como relleno un mampuesto de piedra pequeña y, en algunos casos, adobe. Las cubiertas son siempre de teja. La madera es esencial en estos edificios y la más común es el castaño, aunque para algunas partes de los edificios se prefiere la madera de roble, igualmente muy abundante en la comarca.

Al tratar de la casa de la Sierra de la Peña de Francia o de la «casa albercana», como también se la conoce, es imprescindible referirse al trabajo que Lorenzo González Iglesias publicó en el año 1945 (ree­ditado en 1982) y que todavía sigue siendo, como señala L. Feduchi, «primordial» para el conocimiento de este tipo de edificios.

La casa albercana se divide generalmente en tres plantas y bajocu­bierta o sobrado y, como señala L. González Iglesias, se distribuye así: «En la planta baja, la cuadra; en los pisos superiores la vivienda con señala que «en las casas muy humildes, con un solo piso vivienda, la cocina, salas y alcobas se reducen de superficie, y aunque estrecha­mente cubren las necesidades de la familia».

La cocina se sitúa generalmente en la planta superior y es la pieza más característica de este tipo de construcción, L. González Iglesias la describe así:

El techo de la cocina es diáfano, simplemente cruzado por varias vigas, donde apoyan los bastidores de madera llamados cachas, que tupen filas de listones llamados cintas. Estas cachas tienen por misión sustentar los montones de castañas que se almacenan en el sobrado. El humo del hogar sale por los intersicios de las cintas y atraviesa el montón de castañas secándolas.

El hogar es casi centrado en la cocina y sobre el cuelga el lar con su caldero de cobre para cocer las aguas y los forrajes.

El fuego se coloca en una losa de piedra de granito y, para obte­ner la fácil combustión de la leña, los maderos se apoyan, en su extremo que no arde, sobre una placa elevada de granito, inmedia­ta al hogar, que lleva el nombre de tallizo. A uno y otro lado del hogar y junto al tallizo hay dos piedras cilíndricas que denominan tizneros y cuya misión actualmente se ha olvidado, pero acaso sirvieran de apoyo al asador y a los pucheros, pues tiene una cavidad cilíndrica en el remate.

Salvo la parte del hogar y tallizo, el suelo es de tierra apisonada.

Las fachadas de estas construcciones presentan en la planta baja muros de mampostería de piedra, que, generalmente, lleva esqui­nas de sillería y huecos reforzados con grandes piedras. Los muros superiores son de entramado, entre el que se sitúan piedras menu­das rellenas de ripia o ripio (piedras pequeñas que rellenan los hue­cos del mampuesto para que asienten bien). Los cuerpos superio­res van generalmente escalonados, en saledizo.

En la última planta aparece la solana o corredor, balcón útil, que como señala L. González Iglesias sirve

para el aireo de las frutas, bajo la mirada vigilante de la mujer, que toma el sol y trabaja en sus labores ... es una parte imprescindible de la casa, hasta en las mal orientadas, con tal de que no sea fran­camente al norte, y aun en este caso aparece la solana con altura de techo muy reducido y vuelos más acusados para evitar en algo el ímpetu de los vientos.

Hoy los edificios a los que se refieren las descripciones anterio­res han sido sometidos a reformas y modificaciones modernas, en algunos casos para adaptarlos a las comodidades y necesidades actuales, siendo la cocina la que más ha sufrido con la incorpora­ción de las cocinas económicas y de gas. Otros cambios han supuesto, en algunos casos, distorsiones estéticas en los edificios, al sustituir la madera de las barandillas de las solanas por el hierro y al incorporar materiales extraños como el fibrocemento, el alu­minio y las piezas cerámicas de serie, ladrillos y tejas industriales.

Territorialidad

Como se ha apuntado, La Alberca centra y da nombre a la arquitectura de la comarca, siendo destacables tanto los edificios de sus calles principales como la plaza mayor y la de la iglesia, en las que se conservan tanto los materiales como los volúmenes de sus casas, según los esquemas apuntados; los soportales de la plaza mayor marcan el carácter de la población, junto con las solanas de las últimas plantas, el recubrimiento de las medianerías con tablas superpuestas y el empedrado de las calles; éstas son por lo general estrechas, lo que unido a la altura de los edificios produce fuertes claroscuros y una cierta sensación de penumbra, incluso en pleno verano; en esta época se produce un cierto frescor. Es una lástima que la atracción turística de esta población haya convertido algu­nas de las calles y la plaza en un mercadillo permanente que trans­forma y modifica la esencia de la localidad.

Miranda del Castañar es la segunda población en interés en la calles, que en muchos casos impiden el paso de la luz y de los fríos, creándose pasadizos que comunican calles o protegen a las perso­nas que por ellas transitan en momentos de lluvia; aparecen ade­más escaleras exteriores y estrechas callejuelas en cuesta que comu­nican las calles principales. Junto a unas construcciones populares y algo rudas, con un tratamiento bastante escueto, aparecen otras con amplias ornamentaciones y casas blasonadas utilizadas de forma popular. Seguimos encontrando el vuelo escalonado de las plantas, tanto para ampliar la superficie de las habitaciones como para proteger al viandante de la lluvia; cada casa presenta una solu­ción singular para resolver un encuentro, un vuelo, un cobertizo, una esquina, un pasadizo... Es una pena que en esta interesante población se hayan producido numerosas ruinas que la afean y producen una triste sensación de abandono.

Todas las localidades de la sierra de la Peña de Francia poseen una arquitectura especifica y peculiar, que sigue los cánones de la casa albercana, lo que convierte a esta comarca en una de las más interesantes de toda la región leonesa.

En Mogarraz, para salvar los desniveles del terreno, que es algo más accidentado que en los anteriores, aparecen las escaleras exte­riores como acceso a las viviendas, se ven soportales sustentados por pilares de piedra, con capiteles tallados, pareciendo, muchos de ellos, aprovechados de forma anárquica. Las galerías y balcones presentan, en algunos casos, barandales de hierro y los balcones aparecen sobre repisas de piedra.

San Martín del Castañar, situado en un alto, destaca por sus calles tortuosas y su amplia plaza en cuyo centro se encuentra una posterior. Por lo general toda la arquitectura es muy tosca, pero con una base de aprovechamiento de recursos muy fuerte. Hay interesantes galerías en las últimas plantas, algunas de ellas voladas.
Las escaleras exteriores y las calles tortuosas y muy pendientes son la característica de Cepeda, donde también hacen su apari­ción los pasadizos, los pasos volados, los rellenos de mamposte­ría menuda y las solanas; en éstas no vimos los hornos de cuarto de esfera que cita L. Feduchi. Las Casas del Conde, además de mantener las mismas características de toda la comarca, destaca por sus interesantes recovecos y rincones, pasadizos y escaleras exteriores.

El Maíllo, situado en la cara norte de la sierra, está dominado por casas de dos plantas, con solanas en la segunda, que se cubren, por la prolongación del tejado, con barandales de madera o de hie­rro. En los muros medianeros aparece el adobe y, a veces, están recubiertos de teja. Es una arquitectura intermedia entre la vista en comarcas anteriores y la propia arquitectura albercana.

Santibáñez de la Sierra, en el límite de la comarca, camino de Béjar, es otra localidad de interés, con calles en cuesta, muy estre­chas en las que se producen algunos ensanchamientos a modo de plazas, que se convierten en centros de convivencia. Las casas tie­nen escaleras exteriores, muchas llegan a las tres plantas y se adap­tan a la ladera en la que se asienta la población. Hay dinteles de piedra y balcones volados sobre canecillos de madera.

En las medianeras aparece la teja como material de protección, posiblemente por influencia de la cercana Sierra de Béjar y Candelario, en contra de la costumbre albercana del recubrimien­to con tablazón.


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