El Reino Olvidado

Este diario es la crónica de un país olvidado, el seguimiento de su huella histórica, cultural y artística en España y en Europa.

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ex gente susarrorum

martes, junio 13, 2006

El pantaño de Riaño

JOSE MARÍA MERINO

Riaño vivo, Ed. 1987. Publicado en Silva Leonesa

Era yo niño cuando intuí por primera vez lo que, por debajo de su condición de gigantesca maquinaria industrial, representativa de una manera de entender el progreso, podía significar un pantano.

Un amigo de mi padre, que trabajaba en algún sector de la organización constructora de la presa de Los Barrios de Luna, le invitó a conocer a pie de obra lo que allí se estaba construyendo. Fuimos una tarde brillante de sol. En mi recuerdo se mezclan las grandes estructuras de hormigón, los desmontes que corroían las laderas y el valle pacífico, de prados refulgentes.

Con esa avidez infantil tan sensible a las historias en que se narran desastres y cataclismos, escuchaba al amigo de mi padre describir -condolido él también por la desgracia de aquellas gentes-, la condena de los pueblos que quedarían sumergidos, y recogía en mi mirada todos los lugares que iban a desaparecer para siempre: las aldeas, con sus caseríos y sus espadañas, las sendas marcadas por el caminar de los hombres y de sus bestias, las huertas y los cultivos del afán cotidiano, las pequeñas vegas adornadas aquellos días por el sol del otoño.

El agua aún no había comenzado a anegar los valles, pero había en el ambiente un augurio mortuorio. He vuelto muchas veces a aquellos lugares -cubiertos ya por esa masa de agua barrizal que necesitará siglos antes de convertirse en un verdadero lago-, y, pese a vislumbrar en ocasiones las ruinas de algún pueblo, los muñones de antiguas arboledas y el espinazo quebrado de las cercas, la imagen de muerte no tiene la intensidad de aquellos momentos en que, aunque todo estaba todavía vivo y entero, ya se conocía con la certeza de las pruebas palpables lo irremediable de su sentencia.

La imaginación de los lugares domésticos, donde se desarrolló la costumbre -el amor y el dolor y el trabajo de cada día-, deshabitados ya de toda presencia humana, invadidos por el fluido viscoso, hechos abismo para siempre, me ha perseguido desde entonces. Sobre ellos he escrito algunas ficciones y, en la primera redacción de mi novela La orilla oscura -desarrollada toda ella en esa incierta frontera donde se confunden sueño y vigilia-, el final de la peripecia de mi protagonista le enfrentaba con un pantano en que, de modo súbito y sin que él lo hubiese sabido, habían quedado sumergidos, ahogados, todos los paisajes de su vida de niño, es decir, elementos principales para identificarse como ser humano vivo y completo. En la redación definitiva hice desaparecer tal pantano y sólo mantuve su premonición, porque hasta en el puro terreno de lo imaginario novelesco me produce desazón ser el autor de tan terrible anegamiento.

Esas grandes máquinas, al menos cuando se implantan en lugares de muy antigua pobladura y arraigo humano, tienen sobre todo, a mi juicio, un terrible coste comunitario y social, imposible de evaluar, pero que debería medirse en términos de pérdida de identidad individual y colectiva.
En lo que se refiere a lo que fue Reino de León, esas máquinas han venido a aniquilar aspectos que, sutiles e impalpables, guardaban elementos esenciales en la personalidad de importantes comunidades rurales; aspectos definidos muy singularmente por los propios asentamientos que, por venir de tan lejos en el tiempo, tuvieron orígenes míticos y sagrados, por más que hayan quedado en un aparente olvido. Y esa aniquilación no sólo ha destruido a las poblaciones afectadas, sino que ha mutilado la conciencia de comunidad del propio ámbito regional al que pertenecían. La ruptura de los equilibrios ha ido mucho más allá de lo ecológico o de lo vecinal, pues ha dañado zonas profundas de ese tejido sentimental y cultural que conforma la identidad de los pueblos.

No sé si España y Europa están tan sobradas de raíces vivas como para que, a la hora de elaborar alternativas energéticas, sea preciso promover sacrificios así de brutales. En cuanto a la promesa de riegos redentores de otras tierras, y a pesar del indudable florecimiento del páramo leonés, como consecuencia de aquel pantano de Los Barrios de Luna que yo vi construir cuando era niño, los ejemplos de fracaso de planes faraónicos que el franquismo ejecutó para convertir secanos en vergeles son abrumadores, y demuestran lo arriesgado de apostar tan irreparablemente en asuntos en que el riego futuro debe llevar consigo una sabiduría y una técnica de su uso que no se pueden improvisar, sin contar con el propio sentido de ciertas explotaciones agrícolas en los tiempos que vivimos.

También de niño conocí Riaño, y he vuelto allí muchas veces. En compañía de Juan Pedro Aparicio viajé Esla abajo y escribí un libro. En él se dice lo que pensaba y lo que pienso de ese pantano.

Cuando la mar cenagosa cubra esos valles, otro pedazo del viejo León, de la vieja España, de la vieja Europa, habrá desaparecido para siempre de este mundo cada vez más precario. Y esa mutilación nos hará a todos, absolutamente a todos, más ignorantes y más pobres, y nos dejará más indefensos.
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NOTA DE TALIESIN
Recomiendo descargar y ver el documental Riaño Vivo. Vergonzoso y, lamentablemente, con implicaciones actuales. Las ventajas económicas en cuanto a generación de energía eléctrica es claro a quien benefician. Pero ¿Y aquellas promesas de desarrollo de regadíos en el sur de la provincia de León? ¿Donde va el agua? ¿Cuál fue el papel de la Junta de Castilla y León entonces con gobieerno socialista? ¿Y el del Estado español?
En este pantano no se escucha ningún misterioso toque de campana, ni una xana sale el día de San Juan. Sólo se oye esta antigua canción:
No hay pueblo, como mi pueblo,
ni valle, como mi valle,
ni casa, como mi casa,
ni calle, como mi calle.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Riaño, sólo una idea en su cabeza….






No nos engañemos, no hay solución y menos ahora con una estación.

Tal como ha quedado Riaño y su Comarca después del DESASTRE del PANTANO (20 años parado de cabeza para abajo), no hay solución, por lo menos a corto y medio plazo.

Igual que el que vive día a día postrado en su cama, Riaño solo tiene una idea…..
Idea igual que la de aquel que un día se le ocurrió arruinar nuestra tierra con la construcción de la presa, solo que al revés
¡¡CALDEROS FUERA!!
¡¡VACIEMOS EL PANTANO!!

Ese es su grito para reclamar el esfuerzo y la ilusión de todo el mundo para volver a empezar de nuevo. Reconstruir la que fuera nuestra bella y próspera Comarca, que lo era y lo era como ninguna.

La única solución para nuestra tierra, ………..

¡¡¡¡¡¡¡¡¡CALDEROS FUERA!!!!!!!!!

Vaciar el pantano caldero a caldero hasta llegar al fango.

Todos trabajando duro en el mejor de los proyectos posibles para Riaño, esa es la única solución posible para salir de esta triste locura que es el pantano. Locura que fue y sigue siendo, mucho mayor que la que yo aquí propongo.

Por muchas vueltas que le dé y después de andar y andar por senderos y alguna pista inevitable, siempre al bajar a casa o mejor dicho piso, en este gris pero mío Riaño, me digo lo mismo:
¿Cuántas veces más nos podremos equivocar a lo bestia? Pantano, líneas eléctricas, Pistas forestales,… y ahora esquí…..

La mayor riqueza que tenemos es nuestra Naturaleza, cada día que pasa es como el oro, más valiosa. Si sabemos conservar la que nos queda y recuperar algo de lo perdido (Nuestro Valle) entonces si que cambiarán las tornas.

Saludos para todo el mundo.


fonso
el pequeño de Agapito.

2:25 p. m.  

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